El joven veterinario Aníbal Vega logra dar vida a su proyecto de fin de grado.
El pasado 5 de abril, día de San Vicente, venía al mundo la primera burra probeta que ha parido Canarias. Un animalito rucio, que viene con su rayita de mula y su raya crucial, como marca de su genuina raza majorera.
Su jovencísimo padre, de tan solo 25 años, se llama Aníbal Vega, un flamante veterinario que hizo de este milagro cuadrúpedo su exitoso proyecto de fin de grado, asistido en el Centro de Recuperación del Burro, que se encuentra en La Culata, Tejeda, por los dos colaboradores del proyecto, los veterinarios José Antonio de la Coba Rodríguez y Alejandro Benito Rodríguez Rivero.
La bebé, de momento, mama adecuadamente, luce finita y, de manera provisional ya que como especifica Alejandro hasta que tenga los dos meses cumplidos «de todo puede pasar», mantiene el nombre de Esperanza, sin descartar que en las próximas semanas por votación conjunta se opte por algún que otro de procedencia «algo más guanche».
Si bien es cierto que la fecundación in vitro es una técnica que ya tiene más de 40 años de existencia, no deja de tener su ciencia. «Hay que elegir el mejor momento del semen del burro. El instante ideal para inseminarlo en la burra y luego, bueno, pues hacerle un seguimiento a la señora con sus ecografías y demás durante el transcurso de la gestación».
Que no es poco. Es conocida la expresión «esto es el parto de la burra», que se aplica cuando la cosa se pone interminable. Y es que esta gente tarda de un año a 13 meses en formar al futuro enano. Así que la inseminación se produjo el año pasado, «por lo que los burros para mi cuenta se olvidan hasta de quién es el padre», apostilla Rodríguez Rivero en su disertar sobre el asunto.
El trío de veterinarios comenzó a poner las orejas tiesas cuando quedaron cumplidos los 12 meses. «Pero no había forma, oiga, porque llegó casi a los 13 para nacer sin nosotros presentes en el centro de recuperación».
El porqué de todo este trajín tiene su explicación. Los veterinarios apuntan a la facilidad del manejo del ganado. En una Canarias en la que solo quedan 500 burros majoreros el papel del semental es fundamental. «El garañón sabe para lo que está. Echa un viaje y se queda trasteando. Pero en un grupo de burritas con sus crías, ese carácter más vivo del burro» rompe algo la armonía. De hecho, una vez cumplida su odisea polinizadora «los solemos llevar a otras fincas el resto del año».
Con la inseminación artificial, además de ahorrar un potosí en camión y ganar en tranquilidad, se simplifica todo el proceso con un fin muy definido, la conservación de la raza. En ello llevan trabajando 12 años en el centro, que sobrevive gracias a la aportación del trabajo de voluntarios, como lo son los tres veterinarios, el apoyo incondicional del Ayuntamiento de Tejeda, y el Cabildo, que también colabora sobre todo en la alimentación de los ejemplares, en estos momentos 14 burras y tres crías, además de la asociación de vecinos de La Culata, que el próximo sábado 12 de mayo ofrece la celebración de la feria anual, la mayor del archipiélago, dedicada a esta joya. En ella no solo participa todo el pueblo en peso, sino también los estudiantes de veterinaria que ayudan a en la inscripción y asisten al veterinario profesional para elegir los mejores ejemplares.
A pesar del enorme interés que muestran las instituciones del archipiélago por catalogar y preservar las razas autóctonas, el centro sobrevive a duras penas de donaciones, «que no son de gente rica», apostillan, «sino de personas con un gran amor por los animales».
Fuente: La Provincia