Una canaria preside la Sociedad Europea de Oncología Veterinaria

Ana Lara se doctoró en la ULPGC, amplió estudios en EEUU y se ha desarrollado como profesional en un hospital dependiente de la Universidad de Londres.

La canaria Ana Lara García fue elegida la pasada semana presidenta de la Sociedad Europea de Oncología Veterinaria en sustitución de la francesa Frederique Ponce. Este organismo, que celebrará su próximo congreso el año que viene en la Isla, refrenda con esta máxima responsabilidad una importante trayectoria que ha protagonizado durante la última década del despegue europeo de esta especialidad. Ana, que se ha batido el cobre en Estados Unidos e Inglaterra con las élites de su disciplina, recomienda salir fuera del Archipiélago para contrastar los conocimientos y expandir horizontes: «Da un poco de miedo y de angustia, pero si uno quiere mejorar tienes que ver otras cosas, exponerte a otros sistemas».

 

canaria-preside

 

Eso fue exactamente lo que hizo esta veterinaria, en realidad nacida en Córdoba pero criada desde muy pequeña en las Islas, tras culminar el doctorado en la ULPGC hace catorce años. Se trasladó a la Universidad Estatal de Ohio, donde completó un internado en oncología y posteriormente una residencia en oncología y hematología. Las especialidades veterinarias, que entonces estaban en pañales en Europa, florecían en los Estados Unidos. «Esa idea simplista de que un veterinario puede tratar todo tipo de enfermedades es muy irreal. Si hay algún camino de hacer las cosas bien es imposible que alguien abarque todo ese conocimiento», señala. La oncología veterinaria nació en 1987 pero en Europa no se institucionalizó hasta 2003.

Así, Ana Lara vivía en primera línea un fascinante proceso en el mundo de la veterinaria, análogo al que mucho tiempo antes se había verificado en la medicina humana: la atomización del conocimiento en busca de una mayor efectividad en el diagnóstico y los tratamientos. ¿Por qué justo entonces se daba ese paso crucial? Ella tiene un idea clara de los procesos que en las últimas décadas desencadenaron esa profundización en las diferentes vetas del conocimiento veterinario. En primer lugar está el cambio de status de las mascotas en el entorno familiar que las acoge. «Ha cambiado el papel de las mascotas en la familia, hoy son un miembro más, también ha cambiado la relación con su dueños. Existe una importante demanda por parte de dueños de mascotas que quieren dar un cuidado a sus animales», explica.

Pero alargar la esperanza de vida de estos animales abre la puerta a la mayor prevalencia de ciertas enfermedades, antes no tan habituales. Lara destaca que «al tener las mascotas mejor alimentación, mejores condiciones y mejores cuidados médicos básicos, la esperanza de vida ha aumentado mucho comparada con la que tenían hace 50 años. Si vives más, tienes más prevalencia de enfermedades geriátricas, básicamente la renal, la cardiaca y el cáncer».

Otro factor importante a la hora de impulsar la investigación en una especialidad como la oncología veterinaria es lo útiles que pueden resultar sus logros para la disciplina homóloga que estudia estas mismas dolencias en los humanos. «En los años 90 se empieza a considerar que el cáncer en mascotas puede ser un modelo para el cáncer en los humanos», señala Ana. El modelo tradicional para el desarrollo de nuevos tratamientos en oncología humana, que pasa por la investigación en laboratorio, la prueba con animales de laboratorio y luego la prueba en humanos, tenía sus fallas, según explica: «Hay casos de fármacos que funcionan muy bien en ratones y no en humanos. No es el mismo metabolismo. Además, a estos animales de experimentación les inducen el cáncer inyectándoselo. En los perros y los gatos tratados, por contra, se desarrolla la enfermedad de forma espontánea. También coinciden en factores ambientales y tipos de cáncer. El papel de la oncología veterinaria, además de intentar mejorar el tratamiento en mascotas es tratar de contribuir a desarrollar y mejorar tratamientos en humanos».

Ana se trasladaba al epicentro mismo de su especialidad, donde bullían las ideas y los desarrollos innovadores. Era el mejor estímulo para sus capacidades, pero también acechaba el inevitable vértigo ante los retos que se le planteaban, las exigencias a las que tendría que hacer frente. «Siempre he sido más bien humilde, pero esto me hizo reflexionar y darme cuenta de que tenía que aprender muchísimo. Te entra un poco de miedo y angustia, pero por otro lado piensas que quieres saber tanto como esa gente. En ese cambio me di cuenta de que tenía que desarrollar un método, no hay nada imposible en cuanto se desarrolla un método de pensar», asegura la veterinaria recordando aquellos inicios estadounidenses.

Se encontró con un enfoque diferente de la disciplina veterinaria, más pragmático y menos basado en la acumulación de conocimientos, y fue extrayendo sus aprendizajes de lo que iba enfrentando, aprendizajes que la acompañan hasta hoy: «Me chocó la forma de estudiar y el método clínico, mucho más práctico. Cuando me conseguí adaptar a eso de forma habitual, también me ayudó muchísimo. Para avanzar tienes que exponerte a diferentes experiencias, tener una mentalidad abierta para poder absorber las cosas y, como dicen allí, pensar fuera de la caja. El mejor médico no va a ser el que sepa más lo que está en los libros sino el que se encargue de tener más y más experiencias y el que, como en esos dibujos numerados que hay que completar, continúa jugando el juego de conectar los puntos. Uno tiene que tener un método mental».

Coronada la formación americana, en julio del 2008 se incorporó al Royal Veterinary College de Londres como lectora en oncología con el objetivo de desarrollar el hasta entonces inexistente servicio de oncología del Queen Mother Hospital for Animals de la Universidad de Londres, del que fue jefa de servicio desde 2009 a 2014. Ya estaba en primera línea, protagonizando los cambios, no presenciándolos. En ese último año, atendiendo a la brillante carrera profesional que ya acumulaba, fue nombrada Colegiada de Honor del Colegio Oficial de Veterinarios de Las Palmas.

Esta amplia experiencia en la élite le ha permitido adquirir perspectiva para ofrecer un análisis de los importantes avances experimentados por la oncología veterinaria europea en la última década, así como de sus déficits: «La especialidad ha pasado de no existir a existir. En Europa estamos empezando con la oncología comparada, que vincula la veterinaria con la humana, pero en EEUU hay redes de trabajo desde hace 20 años en las que se coordinan estudios con diferentes centros veterinarios para nuevos fármacos, para ver si el potencial de ese fármaco sirve también en personas».

Lara subraya la necesidad de formar en todos estos avances a los veterinarios de cabecera, para que puedan beneficiarse de ellos en su labor diaria. «Que se disemine este conocimiento para formar a los veterinarios no especialistas», exige.

Pero también repara en un segundo nivel de transmisión de conocimientos, un nivel educativo en el que es el veterinario generalista quien tiene que formar al dueño de la mascota. «Se debería fomentar la educación del veterinario al dueño sobre qué cosas es importante chequear en las diferentes etapas de la vida de la mascota. Si hiciéramos más de esa educación se diagnosticaría antes», asegura.

Porque el diagnóstico temprano, tal y como ocurre en el cáncer de los humanos, acrecienta las posibilidades de éxito en el tratamiento de la enfermedad. Más allá de las recomendables revisiones anuales para mascotas, que se hacen coincidir con las vacunaciones, la veterinaria isleña señala, en relación a la detección de la patología oncológica, que «cualquier bulto o masa debajo de la piel no es normal. Quien quiera cuidar bien a su mascota tiene que pensar que si se detecta eso hay algo que puede estar pasando. Además, sobre todo los veterinarios tienen que cambiar, no esperar a ver qué pasa. La detención temprana, como en las personas, da un éxito mayor. Algunos no se curan pero se pueden mantener bajo control por un cierto tiempo».

Los chequeos anuales y estar atento a la posible aparición de bultos anormales son, pues, las dos mejores estrategias preventivas. Lo dice quien conoce bien una disciplina que ha ayudado a edificar. «Hoy estamos mucho mejor que hace 50 años, y dentro de 50 años estaremos mucho mejor», finaliza optimista.

 

 

«Sé que volveré a España»

Ana Lara es consciente del importante caudal de conocimientos que ha acumulado en sus etapas estadounidenses e inglesa junto a la élite de su especialidad. Revertir ese conocimiento en otros, extenderlo a los que ahora están empezando es algo que no descarta para el futuro. Y, por qué no, en España. «Sé que eventualmente volveré a España. Me encantaría utilizar lo que sé, diseminar el conocimiento. Las clases, los cursos, son muy recompensantes. Se necesita que la gente oiga otras cosas, los alumnos necesitan oír que todo no es tan complicado. Se precisan especialistas pero también ayudar a optimizar recursos a quienes practican la medicina general», expresa la veterinaria, que aún busca la forma más efectiva de llegar a tener un tipo de trabajo de ese tipo. En todo caso, de su vocación formadora y sus aptitudes para ello ya hay buenas muestras. Durante su periodo como jefa de servicio de oncología del Queen Mother Hospital for Animals, el servicio no sólo creció notablemente, convirtiéndose en uno de los centros de referencia con mayor casuística del Reino Unido, creando además el único programa de residencia en Oncología de Europa acreditado por el Colegio Americano de Medicina Interna.