La joven Dunia Moreno gestiona su propio ganado y otras 4.000 cabezas como veterinaria
Dunia Moreno Gil nació el 27 de diciembre de 1990, cuando la escuela unitaria de Caideros de Gáldar todavía era un criadero de chiquillos con una clase de casi treinta pequeños alumnos que compartían el aula desde parvulitos a sexto, todos hijos de ganaderos y agricultores, «hijos de gente de campo».
Todos ellos iban creciendo conforme a los ganados y los cultivos. «Cuando salía de clase, que era las cuatro de la tarde, nos íbamos directo a hacer el queso con mis padres. Así estábamos hasta las nueve de la noche, y luego a estudiar, a pegarle más horas de estudio».
Dunia estudiaba a la luz del bombillo pero también a la luz de los cielos de las medianías y altos de la vertiente norte. «Si no te daba el tiempo te ibas con los apuntes a pastorear». A cuidar el ganado por el rabillo del ojo y a seguir los renglones de la materia con lo que quedaba de vista en uno de los mejores pupitres naturales del mundo, «el mejor sitio, al aire libre, leyendo en alto sin molestar a nadie ni nadie que me molestara». Un aula natural con vistas al océano ubicado en El Montañón, donde hoy guarda junto con un hermano y sus padres un abigarrado ganado de 250 ovejas de la tierra que estos meses mantiene lejos, en trashumancia, y otro medio centenar de cabras que hacen sus travesuras en la majada que se encuentra tras su casa y gallanía.
Son animales que llevan el gen de la zaga que los ha ido mimando y seleccionando a través de los años en una genealogía que se remonta a más allá de sus tatarabuelos, que se pierde en la memoria y que van marcado su seña en las siguientes generaciones.
Dunia es la más pequeña de los tres hermanos, y tanto ella, «como el mediano», han optado por seguir el pastoreo y guardar para los siguientes que vengan los secretos de la elaboración del queso que les ha llevado a un reconocimiento de premios y galardones.
Aunque Dunia fue un poco más allá. Aquellos apuntes que se llevaba al oreo de cuando niña le sirvieron de base para iniciar un ciclo superior de Técnico de Laboratorio que cumplimentó en Guía a partir de los 17 años para, tres años después, meterse de lleno en la carrera de Veterinaria, que realiza en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, especializada en la rama de Grandes Animales, y más concretamente en la de Pequeños Rumiantes, porque al fin y al cabo, «fui criada con ellos y coges ese vinculo, ese cariño…»
«Si está en La Aldea y el ganadero ve que una oveja tiene problemas allí estoy en una hora»
El calendario anual de Dunia lo marca la cadencia de la propia oveja. «En enero están casi terminando de parir. Es cuando empieza el ordeño. Las sueltas por las mañanas hasta las once, que es cuando las paso a la sala de ordeño durante dos horas, y luego otra vez al campo. Si hace calor se están en El Montañón, y sobre las cuatro las llevo allí donde los vecinos cedan, a limpiarles el terreno y estercolar el suelo. Por la noche se recogen o se dejan en una majada y así también van fertilizando para sembrar luego las tierras, y así hasta agosto».
El grueso de la producción de queso es de enero a junio, y es a mitad de ese último mes cuando empiezan a secarse los animales y cuando se les suelta el carnero. El macho monta y las ovejas se quedan gestantes. En plena gestación salen en trashumancia, en agosto, hasta la zona de La Candelilla en los altos de San Bartolomé de Tirajana. «Son ocho horas de camino. Si hace fresco salimos por la tarde, si calor, de madrugada».
Allá, en la trasierra estará el ganado hasta el último fin de semana de octubre o principios de noviembre, «porque a partir del 15 empiezan a parir, y allá no pueden hacerlo porque es zona de risco y no puedes ver si una oveja abandona una cría porque trae dos, por si no la quiere, o por si viene un parto al revés y tienes que ayudar a sacarla». Toda esa supervisión requiere de una zona llana.
Esto, en la parte estrictamente, ‘soltar ovejas’. Porque a eso se añade su labor como veterinaria, con una cuenta y responsabilidad de 4.000 cabezas repartidas en Gáldar, Guía, Moya, Teror, La Aldea, Tejeda y Artenara propiedad de 30 ganaderos.
A la semana realiza sus planes sanitarios de vacunación y desparasitación para evitar enfermedades víricas y bacterianas, especialmente en verano. A lo que se suma sus guardias cuando los animales están de parto. «Si está en La Aldea y el ganadero ve que una oveja tiene problemas allí estoy en una hora».
Entremedias, y junto con su hermano y sus padres, se encarga de hacer el queso, de plantar y recoger el millo y la cebada para los animales, y de extra, de comercial repartiendo una producción de más de 30 kilos de golosinas diarias en las épocas de mayor producción.
El resultado son jornadas que se salen de la ecuación. “Depende del día, cuando tengo mucho trabajo empiezo a las cinco de la mañana y puede ocurrir que empatas una jornada con otra, de forma que las noches parecen días. Pero estoy viva”.
No solo viva, sino de lo más contenta. «Es que en fondo es tranquilidad, naturaleza viva y dura, que puedas salir y respirar el aire puro, el que te salude el sonido de los pájaros y las ovejas, estás del tingo al tango, sí, pero como una niña con un caramelo».
Entre otras porque se siente garante de que no se pierda un saber de siglos, como el que le transmite su tía Sita Mendoza, maestra quesera, y que le ha dado una de las mayores alegrías a lo largo de sus años. Sita le traspasó el secreto del queso de flor, una elaboración que en su estado más puro hoy en día ya no realizan ni una decena de pastores. Fue aprender a hacerlo y tocar gloria.
«De repente me gané el primer premio de Gáldar en 2015».
«El campo es vida»
Con 30 años cumplidos el deseo de Dunia Moreno Gil es no solo el de no perder la quesería y la explotación ganadera de sus padres, y seguir con las tradiciones de una marca, Quesería Cortijo de Montañón, que ha sobrevivido a las crisis y a las sucesivas regulaciones sanitarias. Y además con éxito, como atestiguan sus numerosos premios que la mantienen como referente en la isla con su mezcla de oveja y cabra, semicurados y curados y los quesos de oveja de flor y media flor. Con este relevo generacional se va acrecentando una tendencia que, según afirma Dunia, está observando desde la anterior crisis económica, con el regreso al interior por parte de nuevos emprendedores «que ven que el campo es vida».
FUENTE: La Provincia
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