La enfermedad, mortal cuando se desarrolla, es evitable si se acude al sistema sanitario tras los ataques
Una mujer de 59 años en Valladolid y un joven de 19 años en Huelva han tenido que recibir este verano el tratamiento antirrábico tras ser mordidos por murciélagos portadores del virus de la enfermedad, según ha podido saber EL PAÍS. El primer caso ocurrió el 21 de junio en una urbanización cercana a la capital castellana, cuando la mujer abrió un armario en su casa y fue atacada por el animal. El segundo, en Huelva, se produjo solo dos días más tarde cuando el afectado vio que su gato jugueteaba con un murciélago y, al tratar de quitárselo, sufrió el mordisco. Desde 1987, en España solo se habían registrado 17 casos de agresiones de murciélagos a personas.
Los dos afectados se encuentran bien ya que acudieron a centros sanitarios, donde se les aplicó el tratamiento postexposición previsto en estos casos: el lavado de la herida, una inyección de inmunoglobulina antirrábica y una pauta de vacunas. En ambos casos, las dos personas llevaron consigo a los murciélagos, lo que permitió remitirlos al Centro Nacional de Microbiología. Los análisis revelaron que eran portadores del lisavirus europeo de murciélago tipo 1 (EBLV-1).
«Han tenido y suerte y los servicios sanitarios han funcionado bien», afirma Rufino Álamo, jefe de Información de Salud Pública de la Junta de Castilla y León. «La rabia es mortal en prácticamente el 100% de los casos si llega a desarrollarse. Es importante recordarlo para que cualquier persona, ante un caso similar, se lave bien la herida con agua y jabón y acuda de inmediato a la red sanitaria pública. Es bueno también explicar a los niños, que suelen jugar con el animal si se lo encuentran, que no deben tocarlo y que, en caso de ser mordidos, avisen de inmediato a sus padres», añade.
La coincidencia de dos casos en apenas tres días, aunque llamativa, no es estadísticamente significativa, sostienen los expertos. «Puede ser una casualidad o el primer indicio de algo, pero no tenemos datos para extraer conclusiones», explica Elías Fernando Rodríguez Ferri, catedrático de Sanidad Animal de la Universidad de León.
Los virus de la rabia forman una familia de una quincena de miembros que cursan lo que los investigadores denominan «dos ciclos». El llamado «urbano», causado por solo un virus, provoca unas 60.000 muertes al año en el mundo, casi siempre por mordeduras de perro en países en desarrollo. «El perro recibe el virus de algún animal silvestre y, si no ha sido vacunado, desarrolla la enfermedad. Cambia su comportamiento, se vuelve agresivo y transmite la rabia mordiendo a otros mamíferos de su entorno —gatos, caballos…— y también a los seres humanos», cuenta Rodríguez Ferri.
LA ENFERMEDAD DE LA RABIA
Se transmite por el contacto en una herida abierta con la mucosa, saliva, lágrimas, tejidos nerviosos u orina de un individuo infectado. Generalmente es una mordedura. El virus no atraviesa la piel sana.
El último brote en España del ciclo urbano se produjo en Málaga en 1975 y causó la muerte de dos personas. Fue, tras las campañas masivas de vacunación a perros y gatos de los años 60 y 70, el último latigazo de la enfermedad en nuestro país. En 2004, sin embargo, una mujer de origen marroquí murió en Madrid tras haber contraído la enfermedad en su país, donde la rabia en perros aún no ha sido erradicada.
El «ciclo de los murciélagos» lo causan todos los demás virus de la familia. Algunos hacen enfermar a los animales (hay una decena de especies de murciélagos en España, todas ellas insectívoras), pero en otros este actúa como reservorio. Es decir, el murciélago es portador del virus y lo puede transmitir, pero a él no le causa ningún daño. «En este caso, el virus salta directamente del reservorio al hombre. Si alguien entra en contacto con un murciélago, se arriesga a que le transmita el virus. Por esto es importante no tocarlos, ni vivos ni muertos. Son especies protegidas muy beneficiosas para los ecosistemas. No hay que hacerles ningún daño. Pero tampoco tocarlos en ningún caso», explica Rodríguez-Ferri.
En el resto de Europa, una docena de personas han muerto en las dos últimas décadas tras ser mordidas por murciélagos y no pedir asistencia médica hasta desarrollar los primeros síntomas, cuando el avance de la rabia ya es imparable. En los Estados Unidos, se producen unas tres muertes anuales por este motivo. Los síntomas de la rabia incluyen fiebre no muy alta, cambios en el estado de ánimo, nauseas y vómitos, fotofobia (intolerancia a la luz), babeo y convulsiones, entre otros.
Cuando el virus entra en el organismo de una persona, empieza a extenderse por las células nerviosas hasta alcanzar el cerebro. El periodo de incubación va de cinco días a un año, con una media de 20 días. Estas diferencias se explican porque el virus avanza más rápido si en el lugar de la mordedura —manos, cuello, cara…— hay más terminaciones nerviosas o es más próximo al sistema nervioso central, según Rodríguez Ferri.
Tras la exposición, arranca una especie de carrera que es posible ganar si el paciente recibe la dosis de inmunoglubina (que frena el avance) y varias dosis de vacuna (existen pautas diferentes), que prepararán al sistema inmunitario para erradicar el virus antes de que este se asiente en el cerebro, donde se multiplica exponencialmente.
Solo media docena de personas han sobrevivido a la rabia sin haber sido vacunadas y tras el inicio de la enfermedad. Ha sido gracias al llamado protocolo de Milwaukee, que consiste en provocar un coma farmacológico al enfermo y administrarle antivirales. El protocolo, sin embargo, no tiene éxito en la mayoría de las ocasiones.
La vacuna en perros no es obligatoria en tres comunidades
Tras décadas sin casos de rabia transmitidos por perros, los expertos temen que las autoridades españolas estén relajando las medidas de prevención para evitar la expansión del virus, algo «peligroso si tenemos en cuenta que en un país vecino como Marruecos la rabia no está erradicada», sostiene Rodríguez Ferri. Como ejemplo pone «la disparidad de normativas autonómicas existente». En Cataluña, Galicia y País Vasco, por ejemplo, no es obligatorio vacunar a los perros contra la rabia. Esto no quiere decir que las vacunas no se apliquen (la gran mayoría de veterinarios lo recomiendan), pero «la falta de obligatoriedad abre una brecha preocupante», añade Rodríguez Ferri.
En Murcia, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana y Andalucía es obligatorio vacunar a perros, gatos y hurones, mientras en Castilla y León, Aragón, Extremadura, Islas Baleares, Canarias, Cantabria, Navarra y La Rioja lo es solo para perros. En Asturias la normativa obliga a vacunar a las «especies potencialmente peligrosas», pero no precisa cuáles.
En Ceuta y Melilla la situación es mucho más delicada por la cercanía con Marruecos, con lo que las campañas de vacunación a los animales son mucho más estrictas y frecuentes.
En opinión de Rodríguez Ferri, «esta situación es incomprensible». «Sería necesario que las comunidades coordinaran mejor sus exigencias o que los ministerios implicados impusieran unos requisitos mínimos».
Un estudio reciente de la Universidad de Zaragoza y el Centro Nacional de Microbiología alerta de la escasa inmunización de los canes analizados en albergues y casas de acogida de animales de Aragón. Los investigadores analizaron 122 perros procedentes de las tres provincias de la comunidad y descubrieron que «el 91% no presentaban anticuerpos frente a la rabia en el momento de entrar en los centros de acogida». El estudio concluye que «sería recomendable ampliar los análisis a un ámbito territorial más amplio».
Fuente: El País