El Centro de Recuperación de Fauna Silvestre salva cada año a cientos de animales. En Tafira logran una nueva vida antes de regresar a sus hábitats
Hay lugares en donde se encuentra ese halo de esperanza que nos permite asomarnos a la vida de una manera más confiada y sosegada, creyendo en el ser humano, en su capacidad para convivir con su entorno, y en su compromiso con los animales que le rodean. Todo eso lo encontramos en el Centro de Recuperación de Fauna de la Consejería de Medio Ambiente del Cabildo de Gran Canaria. Escuchamos su sombre cada vez que aparece un cetáceo varado, una pardela herida y desorientada, una tortuga pagando las consecuencias de nuestras desidias medioambientales o todas esas aves que cada año salvan las manos, la atención y el cuidado de todo el equipo que integra el Centro de Tafira.
El coordinador del Centro de Fauna, el veterinario Alejandro Suárez, nos recibe unos minutos antes de incorporarse a una reunión en la que se está ultimando la ampliación y mejora de las instalaciones. Esa mejora es uno de los muchos cambios que se están produciendo ahora mismo en el recinto y su entorno. Alejandro Suárez recuerda que la legislación de Biodiversidad exige a las instituciones, en este caso al Cabildo de Gran Canaria, la protección de la fauna silvestre y catalogada. Y eso es justamente lo que hacen ellos, recuperar y liberar posteriormente a esa fauna cuando se ve afectada por algún problema.
Solo en 2020 fueron atendidos 1.800 animales. Tal como nos cuenta el coordinador del Centro, el setenta por ciento llegaba con afecciones provocadas, de forma directa o indirecta, por el ser humano; y el treinta por ciento restante por enfermedades propias de los animales. Entre las afecciones indirectas destacan, por ejemplo, las complicaciones que sufren las aves nocturnas y los cernícalos por los rodenticidas que se utilizan para matar a ratas y ratones, o por las trampas, sobre todo las que cuentan con materiales adhesivos, en las que se quedan atrapados los pájaros o los lagartos muchas veces. Igualmente, esos ratones y esas ratas, junto con las colonias de gatos asilvestrados, también se convierten en causantes de buena parte de los ingresos, principalmente las pardelas y los propios lagartos. Algo parecido sucede con las cabras guaniles en algunas zonas de Gran Canaria: se comen la flora que aporta la biodiversidad necesaria para que se desarrollen los insectos y numerosos pájaros, aunque lo realmente preocupante en los albores del siglo XXI son las serpientes invasoras que atacan y acaban con los lagartos endémicos de la isla.
Estudiantes de Veterinaria e integrantes de distintos módulos de Formación Profesional hacen prácticas en el centro
Desde el Centro de Fauna, tal como insiste Alejandro Suárez, se plantea como una de sus piedras angulares todo lo que relacionado con los recursos didácticos y las tareas de concienciación de la sociedad grancanaria. Uno de sus objetivos es lograr una mayor presencia social del Centro y por ello, una vez finalicen las restricciones de la Covid, la intención es volver a invitar a centros escolares y asociaciones para que conozcan las consecuencias que tienen muchas de nuestras conductas habituales en la calidad de vida de los animales que nos rodean. Cualquier día se puede comprobar en Tafira, o en el centro satélite de Taliarte, el daño que provoca el plástico que llega a los océanos, sobre todo en las tortugas, que lo confunden con alimentos y se ven afectadas por numerosas enfermedades, principalmente intestinales y estomacales. El día que estábamos visitando el Centro pudimos comprobar las constantes defecaciones de plásticos de una tortuga rescatada en muy mal estado unas horas antes. También se podían ver las tanzas que van dejando los pescadores en las rocas en las que se enredan tantas aves y especies marinas o los numerosos anzuelos que terminan en los estómagos de tortugas y cetáceos.
En el centro se lleva a cabo un trabajo incesante con aves en peligro de extinción como los cuervos, el halcón de Tagarote o el Tarro Canelo. Justamente, uno de los logros más destacados de los últimos meses en el Centro de Tafira fue la recuperación de un Tarro Canelo cuyas alas habían sido cortadas para ser domesticado. Esa imposibilidad para el vuelo fue corregida con el injerto de otras plumas de la misma especie que estaban en la facultad de Veterinaria. Ese milagro minucioso consiguió que el Tarro Canelo volara de nuevo y siguiera el curso de su vida en la naturaleza en la que lleva miles de años.
En el Centro de Fauna también nos recibe el capataz Eduardo Salcedo, quien nos muestra las distintas instalaciones y el protocolo que han establecido cuando aparece alguna de las especies catalogadas o reciben llamadas de aviso de los ciudadanos. Nos enseña la UVI del Centro, los jaulones en donde se recuperan las aves antes de pasar a las zonas en las que ya pueden comenzar a ejercitar sus vuelos y todo el proceso organizativo, con una exquisita profesionalización, de cada movimiento que se sigue encaminado al cuidado y a la mejor atención posible de cada animal que llega a Tafira.
Eduardo Salcedo también insiste en la necesidad de una concienciación social que ayude a prevenir muchas de las incidencias por las que llegan los animales al Centro de Fauna. En este sentido destaca que hay dos épocas del año en las que la actividad se multiplica considerablemente: la denominada Campaña de Pollos y la Campaña de Pardelas. La primera de ella suele coincidir con la primavera, que es cuando eclosionan los huevos y cuando muchas de esas crías caen de los árboles. Esos pollos de mosquiteros, mirlos o canarios son recuperados cada vez que avisan al Centro, y si no es posible devolverlos a su hábitat han de ser alimentados cada dos horas, con el consiguiente aumento de la actividad habitual. Algo parecido sucede con la Campaña de pardelas cenicientas, en este caso, entre mediados de octubre y noviembre, cuando numerosas crías de pardelas no consiguen llegar a su destino en el océano y terminan desorientadas en distintos puntos de la geografía insular por la incidencia de la contaminación lumínica. Las pardelas heridas recalan en el Centro de Fauna para, una vez son atendidas, ser soltadas posteriormente.
Agentes forestales
Eduardo Salcedo también quiere destacar la colaboración de los agentes forestales y su implicación en la protección y el cuidado de la fauna, así como el trabajo conjunto que realizan con los responsables del Centro de Fauna. Justamente, ese espíritu de colaboración con otros colectivos, asociaciones e instituciones forma parte del espíritu del equipo que actualmente coordina el funcionamiento del Centro.
En ese espíritu aperturista también destaca el trabajo de las becarias y becarios que están realizando sus prácticas en Tafira, tanto estudiantes de Veterinaria como integrantes de distintos módulos de Formación Profesional relacionados con el Medio Ambiente. En este sentido, hay que resaltar, por ejemplo, la gestión que realizan algunas de estas alumnas a través de la página creada en Instagram (faunasilvestre.tafira.) para dar a conocer en las redes sociales la actualidad diaria del Centro.
Pero cuando hablas con Alejandro Suárez y Eduardo Salcedo insisten todo el tiempo en la profesionalización y en la protocolización constante del Centro de Fauna, y para ello se han creado fichas de cada una de las especies que se acogen para su cuidado y recuperación, de tal manera que cuando se recibe una llamada avisando de su aparición o de su estado, cada uno de los trabajadores cuenta con las indicaciones consensuadas para facilitar una actuación efectiva, rigurosa y tendente siempre a conseguir las mejores condiciones para el animal y la mejor atención para el ciudadano. En esas llamadas se anota la fecha, el estado de salud del animal, el lugar de avistamiento y cuantas observaciones sean necesarias para facilitar todo el proceso de recuperación. Cada animal, a su vez, cuenta con su propio historial clínico informatizado, lo que permite hacer un seguimiento permanente de los mismos, tanto cuando están en el centro como cuando han sido liberados. En ese proceso de identificación actual, por ejemplo, juega un papel fundamental la aplicación de whatsapp a la hora, sobre todo, de contar con fotografías de los animales o de conocer la ubicación exacta en la que están.
En la visita que realizamos al Centro de Fauna también hablamos con Manuel Javier García Florido, otro de sus trabajadores comprometidos a carta cabal con lo que hace. Manuel nos comenta que el Centro, además de promover la recuperación, quiere contribuir activamente en toda clase de acciones preventivas que eviten muchos de los daños que sufren los animales en su convivencia con los humanos. Él habla todo el tiempo de esa necesidad de cohabitar el mismo espacio sin que nadie se lleve la peor parte.
Manuel nos ayuda con el espíritu de lo que pretendíamos contar en estas líneas cuando nombra la palabra semilla y su siembra en la sociedad para que algún día germine y consiga que esas aves, lagartos y tortugas que cada año son atendidas en Tafira se reduzcan considerablemente.
Por último, para la consejera de Medio Ambiente del Cabildo de Gran Canaria, Inés Jiménez, también es fundamental el desarrollo de actividades vinculadas al Centro de Fauna que estén estrechamente relacionadas con la concienciación medioambiental de la sociedad grancanaria, haciendo especial hincapié en los estudiantes, «y para ello ya estamos dando los primeros pasos con el fin de que el centro cuente con las instalaciones y los medios para esa necesaria actividad social, algo que no dudo que sacaremos adelante gracias a la implicación que demuestra cada día el personal que trabaja y colabora en el Centro de Fauna».
FUENTE: Canarias 7
PUBLICACIÓN: Lunes, 23 agosto 2021, 02:00